En estos días se está disputando el torneo final de la NCAA (Liga Universitaria) en EEUU. Es, sin duda, un torneo histórico para
el baloncesto y la gran fuente de la que bebe la NBA. La magia que rodea a la
NCAA nos rememora la gran historia del
Texern Western Miners.
Nos remontamos a 1966. Estados Unidos vive su particular
época de crisis con la Guerra de Vietnam. Mientras en las calles, la población
negra en masa comienza a reivindicar sus derechos bajo la voz de Marthin Luther
King. También organizaciones violentas como los Panteras Negras de Malcolm X crecían día a día. Más
allá de la política, Don Haskins, un entrenador de baloncesto femenino en un
pequeño instituto de Texas, es nombrado nuevo entrenador de la Universidad de
Texas Western. Lo que podría suponer una mera anécdota, acabará convirtiéndose
en uno de los hitos en la evolución del deporte en el país norteamericano.
La pequeña localidad de El Paso, situada en Texas en la
frontera con Méjico, acogía esta pequeña universidad con un paupérrimo programa
deportivo dedicado al baloncesto. Pese a estas condiciones, el entrenador
Haskins aceptó el puesto de entrenador mudándose a la residencia de la
universidad con su mujer y sus tres hijos.

Ya era algo histórico. La mayoría de los equipos
universitarios no contaban con ningún jugador negro en su plantilla, en
esporádicos casos se veía como mucho uno o dos jugadores negros y apenan
disponían de minutos porque eran discriminados por sus entrenadores, pero donde
otros veían un color de piel diferente, Haskins veía talento y habilidad para
jugar al baloncesto.
Ante la incredulidad de la directiva, los Miners encaraban
una nueva temporada que muy mal se tenía que dar para no mejorar la anterior. Sin
embargo, el entrenador Haskins con duros métodos de trabajo sabía que de las
piernas de aquellos chicos podía sacar el éxito.
Este éxito se palpó desde un primer momento, y las continuas
victorias del equipo hacían callar los grandes rumores de una sociedad
americana que veía con muy malos ojos que siete jugadores negros jugasen en un
equipo de baloncesto. Billy Joe Hill dirigía al equipo desde la posición de
base y la fuerza de grandes pívots como David Lattin y Nevil Shed llevó al
equipo tejano a 23 victorias consecutivas antes de caer en Seattle, pero
aquella noche 'La Ciudad de la Lluvia' marcó
la vida de muchos de estos jugadores. Tras perder el partido, los jugadores se
retiraron al hotel para descansar, pero se encontraron con habitaciones llenas
de sangre, pintadas racistas en la pared, ropa destrozada... Fue un incidente
que llenó de rabia a los siete jugadores afroamericanos del equipo y empapó al
grupo en un ambiente hostil donde el miedo se hacía notar en cada gira por
universidades del país. Y es que no sólo los jugadores recibían numerosos
ataques como éste, también el entrenador Don Haskins era objeto de amenazas por
estos sectores racistas.

El equipo de Kentucky presentaba una plantilla con todo
jugadores de raza blanca y el desprecio de un entrenador hacia su rival por
tener en el equipo a siete jugadores negros. Don Haskins sabía de la
importancia de aquel partido, ya no sólo por ganar el campeonato, sino por
pasar a los libros de historia y marcar un hito en el deporte. Para sorpresa de
muchos, decidió jugar el partido únicamente con los siete jugadores
afroamericanos, empezando aquel duelo con un quinteto formado por jugadores de
raza negra por primera vez en la historia.
Los Miners salieron dispuestos a demostrar al mundo de que pasta
estaban hechos y tras un intenso duelo con idas y venidas en el marcador, el
equipo de la Texas Western ganó el partido por 72 a 65 convirtiéndose en el
nuevo campeón nacional.
Aquella victoria brindaría la oportunidad a siete chicos que
tan sólo un año antes se veían en la calle o con trabajos precarios en fábricas,
y es que muchos llegarían a la NBA mientras otros se dedicarían al baloncesto
desde los banquillos.
Desde aquel 19 Marzo de 1966 el baloncesto no sería lo
mismo. Así lo recordaba Nolan Richardson, uno de los integrantes blancos de aquel
equipo: "Qué momento en la historia. Si alguna vez el baloncesto cambió,
fue ahí".

El baloncesto fue el vehículo de aquel maravilloso viaje
para esos siete chicos que, en muchas ocasiones, se jugaron la vida por romper
prejuicios y como bien recordaba uno de ellos, Harry Flournoy: "Nadie nos
recordará sin recordar a Don Haskins. Y creo que es del todo justo". El
entrenador Haskins fue introducido en el Salón de la Fama del Baloncesto junto
a aquel equipo de 1966.
Años después, en 2006, la película "Glory Road" recordaría
aquel maravilloso hito que supuso el primer golpe para derrotar al racismo en
el deporte norteamericano.
Eduardo Salán
4 Abril 2013
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