Ya lo decía Magic Johnson: "No te atrevas a cambiar de
canal porque puede que en unos segundos te pierdas la mejor jugada que hayas
visto en tu vida".
La palabra magia se asocia habitualmente al baloncesto. Ese
aura que rodea al balón y que hace que en, ya no minutos o segundos, sino en
décimas de segundo se palpe la victoria, la derrota o el asombro por igual en
las caras de jugadores y miles de aficionados.
A magia nos referimos desde triples en el último segundo,
mates espectaculares o canastas que deciden partidos. Es un sin fin de
emociones y sentimientos que cubiertos bajo una capa de cuero albergan los
sueños de cada uno de los que cree en el baloncesto.
La magia es espectáculo, desde el aficionado que está en el
quinto anfiteatro a la estrella de Hollywood a pie de pista, las cheerleaders
que bailan en los tiempos muertos o las divertidas mascotas que amenizan los
descansos. Todo está cuidado al milímetro para ser un producto más que
atractivo de cara a los aficionados. Sin duda, éstos últimos, los que hacen que
la dimensión de este deporte no alcance límites.
También la palabra espectáculo está muy presente en tierras
americanas en detrimento de las europeas. Aunque muchas veces trasciende de lo
deportivo y va directo a lo cómico. Por ejemplo, muchos recordáis al gran
Shaquille O'Neal y su gran problema de los tiros libres. El pívot, ya retirado
de la NBA, decía: "Trabajo en lo que me gusta, tengo la mujer que deseo y
más dinero del que puedo gastar ¿Por qué me iba a preocupar por tirar mal los
tiros libres? No puedo ser perfecto". Cuando ves ahora a Dwight Howard o
Blake Griffin tirando tiros libres que ni tocan el aro, algo que hace daño a la
vista para cualquiera que practique este deporte, pero que se convierte en un
aliciente que levanta del asiento a los aficionados para esbozar una sonrisa y
una gran carcajada. Todo es espectáculo, hasta los errores se convierten en
magia.
¿Pero que pasa cuándo intentas luchar contra la magia del
baloncesto?
Acabo de disfrutar del partido que abría la Copa del Rey en
Vitoria: Real Madrid-Barcelona. Tras llegar a una prórroga, el equipo blanco,
con tres puntos de ventaja sobre los azulgrana, decidió hacer falta en vez de
defender un hipotético triple.
Este ejemplo enlaza con el tema del artículo, el Madrid
intentó apagar la magia del baloncesto, ¿quién sabe si hubiésemos visto un
triple en el último segundo que hubiese levantado a muchos del sillón de casa o
a otros tantos pegar una patada al aire de resignación? La magia del baloncesto
acabó pasando por su detractor, y el Barcelona tras coger un rebote en el tiro
libre, anotó una canasta y forzó la segunda prórroga para finalmente llevarse
la victoria.
Cruzamos el Atlántico para divisar tal ejemplo. En la NBA es
de muy mal ver que un entrenador ordene tácticas de este estilo que pueden
privar de la magia de este maravilloso deporte al aficionado.
Recientemente, el partido que enfrentaba a Houston Rockets y
Golden State Warriors ha sido fuente de polémica en los últimos días.
El equipo
tejano a falta de un minuto estaba a un triple de superar el récord histórico
de triples en un partido por un sólo
equipo. El público, conocedor de tal hazaña, gritaba desde las gradas: ¡One
more three! (¡Un triple más!), pero la magia del basket se iba a topar con un
enemigo una vez más, y es que Mark Jackson, entrenador de los Warriors, fue tajante
y ordenó a sus jugadores hacer falta cada vez que los rivales tuviesen la
pelota para evitar que tirasen de tres y de tal forma impedir que pudiesen
batir el récord mencionado.
El cabreo del público fue general y Mark Jackson se
convirtió en auténtico villano del espectáculo cuando la cámara de la
televisión estadounidense fijaba el primer plano del entrenador envuelto en
grandes gotas de sudor para pasar el mal trago del momento.
Esta vez se salió con la suya, pero seguro que el baloncesto
se la acabará devolviendo.
Así que ya sabes, no
luches contra la magia del baloncesto porque tarde o temprano acabará haciendo
justicia.
Eduardo Salán
8 Febrero 2013
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