Imposible olvidar lo vivido esta
pasada madrugada. Me decanté por el partido de Kobe, mientras de reojo veía a
Curry meter un triple tras otro hasta llegar a los diez en la pequeña pantalla
del ordenador. Me di cuenta rápidamente: la NBA produce historia cada minuto,
cada segundo, y el encargado de escribirla coge la pluma de oro siempre que se requiere de sus servicios. Realidades imposibles de anticipar.
Me emociono con estas líneas
escuchando de fondo el 'One' de U2, tema que eligieron los compañeros de NBA
Plus para el resumen final del partido de Kobe. "¿Te decepcioné o te dejé
un mal sabor de boca?", escribe Bono, pero lo cierto, Kobe, es que nos
dejaste el mejor sabor posible. "Somos uno,
pero no somos lo mismo. Tenemos que sostenernos el uno al otro", sigue.
Y yo te digo: gracias Kobe por sostenerme en tu cuento de hadas. Nunca había
visto una película tan real y mundana con un final tan sublime.
¿Alguien se imaginaba a un Kobe
de 37 años anotando 60 puntos en su último partido? Es el guión de Hollywood
que Spike Lee nunca escribió, la apuesta perdida de Shaquille: "Le dije
que anotara 50, y el "motherfucker" se fue hasta los 60" y un
ejemplo de que Dios se volvió a disfrazar de jugador de baloncesto.
Al mismo tiempo, a casi 600 kilómetros de distancia, la historia tenía otra cita con el equipo de los
récords. Los Warriors batieron el registro de los
Bulls de Michael Jordan y son el mejor equipo de la historia en una temporada regular. Curry
redondeó la noche con 46 puntos y 10 triples, "Confiesa Don Stephen, ¿dónde tienes aparcada la nave nodriza?", dijo el narrador Guillermo Giménez. Estos Warriors son el equipo de otra época, la que comienza hoy con el adiós de Bryant.
Miraba a Kobe y se me pasaban sus
20 años de imágenes, jugadas, victorias, caídas... me fijaba en Curry y veía
el presente y futuro del baloncesto. La NBA es un dulce pozo sin fondo: unos se
van, otros llegan. Una precisa máquina de fabricar sueños, de que cada
generación crezca con sus héroes deportivos, aquellos que representan la
pasión, el talento y el trabajo. En la NBA no olvidan su historia, la
potencian: glorificar un pasado brillante para crear una realidad aplastante.
Solo puedo darte las gracias NBA,
gracias por ser el gran teatro de los sueños, gracias por tenerme frente al
televisor con una sola cosa en mente: disfrutar. Gracias Kobe, gracias Curry: esta
noche quedará grabada en mi historia, la que vosotros fabricáis con cada
partido. Sin duda, prefiero soñar despierto.
Edu Salán 14 abril 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario