La pasión, la euforia, la celebración, el amor..todo al servicio del deporte de la canasta en el pequeño país báltico.
Dicen que las comparaciones son odiosas, y en este caso,
también. La pasión por el baloncesto no se acerca ni siquiera a como se vive en
España el fútbol. Es más que eso.
Recuerdo con nostalgia los dos veranos que pasé allí. Sin
duda, el baloncesto fue uno de los protagonistas de ambos viajes.
Verano de 2011. Coincidí con el Europeo que se disputaba
precisamente en Lituania. Todos y cada uno de los lituanos lucían camiseta y
bandera al viento para apoyar a su equipo. Era el evento que llevaban años
esperando y no iban a defraudar a nadie.
Desde calles empapeladas con los jugadores nacionales hasta balones
gigantes en los centros comerciales o escaparates llenos de ropa y complementos
para animar a Lituania. Se respiraba baloncesto por cada esquina.
Transcurridos los primeros días de campeonato llegó uno de
los grandes partidos que los aficionados esperaban: Lituania frente a España.
Recuerdo ir a un restaurante a las tres de la tarde para comer y ver todas las
mesas reservadas para el partido de esa noche.
Acabé viendo el encuentro desde la calle porque todos los bares y
restaurantes estaban hasta arriba, sin un sitio libre. La gente, cerveza en
mano, aplaudía en grupo cada canasta lituana mientras se entristecía con las
respuestas de los españoles.
Pese a la eliminación de su equipo en cuartos de final
frente a la sorprendente Macedonia, los aficionados siguieron disfrutando del
baloncesto aunque no jugasen los suyos. Sentían amor por el deporte y no sólo
por los colores. Así, emplazaban su ilusión hasta el verano siguiente cuando
Lituania jugase los JJOO.
El verano de 2012 también tuve la suerte de pisar tierras
lituanas durante un mes: el mes de los JJOO de Londres. De nuevo todo el país
se vestía de amarillo, verde y rojo para apoyar a los suyos con el grito de:
"LIETUVA, LIETUVA!!". El baloncesto era un esperanza ya que los
aficionados eran sabedores de la falta de nivel del equipo frente a otros
combinados internacionales, pero la gente respondió igual: llenando los bares y
las plazas, y juntándose en lugares céntricos para ver en una pantalla gigante
todos los eventos deportivos de la jornada olímpica.
También en ese Agosto se daba una de las fiestas nacionales
en Kláipeda, la ciudad costera de Lituania. Para mi sorpresa, me encontré con
toda una avenida entera cortada al tráfico llena de canastas para que los
jóvenes pudiesen jugar. No dabas cuatro pasos sin observar alguna referencia al
mundo de la canasta, algo que disfrutaba con gran devoción.
Podía observar canastas en la mayoría de los jardines de
casas y algo que no faltaba en el maletero de cualquier coche: un balón de
baloncesto. Todas las tardes los parques se llenaban para que niños y mayores
compartieran sus conocimientos baloncestísticos y otros que aprendían cada día
un poco más.
Las escuelas de baloncesto en los países bálticos enseñan
baloncesto de calidad. Todo ello se ve reflejado en los buenos resultados de
sus jóvenes canteras, así como jugadores nacionales que disputan la NBA.
Sin embargo, cuando charlaba con los propios lituanos me
comentaban que los jugadores prefieren jugar en Lituania, y si se van al
extranjero es por dinero. Esto también explica el ambiente cómodo en que los
profesionales de la canasta se sienten reconocidos y respetados.
Tal vez los dos equipos más conocidos sean Zalgiris Kaunas y Lietuvos
Rytas, que exportan al continente europeo la marca Lituania de baloncesto. Otra
persona que está comprobando esta pasión a la que nos hemos referido en el
artículo es el técnico español Joan Plaza, que actualmente está entrenando exitosamente
al club de Kaunas.
El español en sus seis meses que lleva en Lituania declaraba:
" No creo que haya en Lituania otra referencia no ya cercana sino que se
acerque a lo que representa el Zalgiris como símbolo del país. Incluso ahora
que hay graves problemas financieros, la gente sigue viviendo a nivel de calle
lo que simboliza el club. Mis jugadores son muy populares, no pueden cenar
tranquilos en un restaurante… Son ídolos porque se lo merecen y porque no hay
otros deportistas a su altura. Eso se traduce en el pabellón en notar la fuerza
de la afición y la responsabilidad de tener 15.000 ó 16.000 personas en cada
partido, no sólo en Euroliga, siguiéndote."
No podía faltar en este artículo la figura de Arvydas
Sabonis. El ex jugador lituano es el representante del país en todo el mundo y
un auténtico héroe para sus paisanos. Ejemplifica en su figura a una Lituania
llena de baloncesto dispuesta a compartir esa
euforia por todo el planeta.
Es gratificante ver a un país unido por el deporte. La
pobreza y la precariedad pasan a un segundo plano durante los 40 minutos que
dura un partido, y tan sólo un balón y una canasta son suficientes para
arrancar una sonrisa a cualquiera. Es el valor del deporte en sí, lo que trasciende
más allá del juego. Y sólo cuando se siente amor por un deporte se rompen esos
límites.
Sin duda, os invito a todos los amantes del baloncesto a
pasar por Lituania: la tierra prometida
del basket.
Muy pronto contaremos
con la entrevista a una persona que nos desvelará de primera mano los secretos
de una religión en Lituania: el baloncesto. Estad atentos!
Eduardo Salán 17 Enero 2013
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