Es un hecho que el baloncesto trasciende
más allá de la cancha y esta es una bonita historia de amistad que así lo
ratifica. La amistad de dos neoyorkinos que compartieron una exitosa carrera en
el mundo de la canasta. Bernard King y Ernie Grunfeld son los dos protagonistas
de un show que siempre quedará en la retina de los aficionados. Bienvenidos al
show de Bernie y Ernie.
Bernard King nació en Fort Greene,
un barrio de Brooklyn, en pleno corazón de Nueva York el 4 de Diciembre de 1956.
Bernard vivía con sus hermanos y sus padres en el duodécimo piso de las
viviendas sociales 'Walt Whitman', un entorno lleno de pobreza. Lejos de unirse
en la adversidad, la familia estaba completamente rota y eso no ayudaba a la
educación de Bernard en tal peligroso barrio. "Fort Greene era un barrio difícil, pero si querías jugar contra los
mejores, ese era el sitio adecuado" afirma John Rushmore, amigo de la
infancia de Bernard. El baloncesto era entonces la alternativa para escapar de
la pobreza y la violencia que se palpaban en las calles neoyorkinas: "Gané un torneo con el primer equipo con el
que jugué, pero al doblar la esquina, me dieron un puñetazo en la cara y me
robaron el trofeo. Ese era el ambiente que me rodeaba", recuerda King.
Mientras tanto, a 15 km de Fort
Greene, en el barrio de Queens, vivía Ernie Grunfeld. "Nací en Rumanía y tenía nueve años cuando llegamos a EEUU.
Dejamos Rumanía en 1963 debido al antisemitismo que sufríamos en aquel entonces".
La familia Grunfeld se instaló en un pequeño apartamento con una habitación. A
los problemas de adaptación se les sumó la pérdida del hermano mayor de Ernie
por leucemia tan solo un año después de llegar a América. El joven vio en las
canchas de la calle Austin un vehículo para adaptarse a la sociedad neoyorkina:
"Cuando llegué se reían de mí porque
no conocía su idioma o no entendía algunas bromas. Yo salía a la cancha y solo
hablaba el idioma del baloncesto", recuerda Ernie. Y es que "cuando estaba en la cancha nadie se burlaba
de mí", añade.
Los padres de Ernie le apoyaban
en sus logros baloncestísticos. Por el contrario, los de Bernard King no hacían
ningún caso a su hijo. "Mi madre nos
obligaba a ir a la Iglesia y yo me escapaba para jugar al baloncesto. Al volver
a casa me pegaba", recuerda King. Una violencia que formó en el joven
un carácter muy serio: "Cuando
pisaba la cancha lo dejaba todo a un lado. Era mi vía de escape. Esas palizas
forjaron la cara que ponía al jugar", añade Bernard.
Dejando el baloncesto callejero en
el que se criaron, los dos dieron el paso al baloncesto de instituto. Ernie
jugó para el Instituto de Forest Hills, siendo el máximo anotador ya desde el
primer año. "Es capaz de hacer cosas
impresionantes", declaraba entonces su entrenador Irwin Isser. Grunfeld
se convirtió en el segundo mejor jugador de Nueva York y en su último año de
instituto era el mejor del país. "Había
150 o 200 universidades que me querían fichar", recuerda Ernie. Por
aquella época, todas las universidades de gran nivel se encontraban en la zona
Oeste del país y la mayoría de los jugadores de Nueva York solían irse de la
Gran Manzana. Así, el asistente de la Universidad de Tennessee, Stu Aberdeen,
le convenció para que fichase por su Universidad, que jugaba en la Conferencia
Sureste. Ernie demostró su valor desde el principio. Se convirtió en el máximo
anotador del equipo con 17 puntos por partido, además de ser nombrado mejor jugador
de la Conferencia.
Tras una temporada exitosa con
Ernie Grunfeld, los de Tennessee volverían a Nueva York para reclutar a otro
joven talento. Bernard King había promediado 26 puntos y 26 rebotes por partido
en el Instituto Fort Hamilton y su nombre ya cobraba fama por toda la ciudad.
King aun recuerda el momento en el que también Stu Abeerden fue a ficharle:
"Fuimos a un restaurante, yo nunca
había estado en uno, así que me senté y miraba de reojo a los lados para ver
que hacía la gente e imitarlo".
Las dos jóvenes estrellas del
asfalto neoyorkino juntaban sus caminos en Tennessee por primera vez. "Había química entre nosotros. Conectamos
desde el principio", recuerda Ernie. Para un Grunfeld que ya llevaba
un año en Knoxville, la adaptación fue fácil, pero King llegaba a una universidad
en la que de los más de 20.000 estudiantes, tan solo el 3% eran negros. "En el Sur el racismo era mucho más fuerte,
pero al principio no le di importancia", recuerda Bernard. En el otoño de 1974, los estados del Sur eran
de los más racistas en todo el país, y que llegase Bernard King a jugar al
baloncesto a la Universidad no pasó desapercibido para la gente de Tennessee.
"El primer año, el entrenador, Ray
Mears, me dijo: ' La policía ha venido a verme y me ha dicho: ' Tengo agentes a
los que no les gusta nada ese negro engreído y harán lo que sea para cogerle'.
Ante eso, ¿Qué haces? No se lo conté a nadie", cuenta Bernard King.
En Tennessee nadie sabía nada de
ese tal Bernard King como jugador, pero este se encargó de revertir esa
situación desde el principio. Al comienzo de la temporada 1974-1975, Ernie se
lesionó, y lejos de esconderse, Bernard anotó 42 puntos en su partido de debut
con los Volunteers de Tennessee. Tras la vuelta de Grunfeld, los dos jugadores
formaron un tándem explosivo en la cancha y también fuera de ella: "La química que tenía con Ernie no la he
tenido nunca con ningún otro jugador en toda mi carrera", apunta
Bernard. Los dos se complementaban a la perfección aportando desde distintas
facetas del juego: Ernie destacaba desde el perímetro, mientras que Bernard era
un jugador de poste bajo. El entrenador Mears estaba encantado de tener a
estos dos jugadores en su plantilla: "Su
táctica era muy sencilla: pasádle la bola a Ernie, y si no está libre,
pasádsela a Bernard. Ese era el sistema", recuerda King.
En el Estado de Tennessee, el
principal deporte era el fútbol americano, pero "el show de Bernie y
Ernie", junto con el apoyo de los aficionados, convirtió a la Universidad
en un referente baloncestístico a nivel nacional. La gente llenaba un pabellón que
se convirtió en un auténtico circo: "A
Mears se le ocurrió poner a un tipo en monociclo haciendo malabares con tres
balones", recuerda Bud Ford, director de información deportiva. Tal
era el eco de las dos estrellas que incluso la revista Sport Illustrated les
puso en portada. El tándem anotaba 50 puntos por partido en una época en la que
todavía no existía la línea de tres puntos o el reloj de posesión.
Por aquel entonces, Ernie era el
Rey del Campus, un ídolo sexual entre las chicas. Sin embargo, Bernard rehuía
la fama, pese a protagonizar varios incidentes con la policía local. King
empezó aquí sus problemas con la bebida e incluso fue arrestado varias veces
por conducir ebrio y por posesión de marihuana. El incidente más grave llegó en
un arresto: "Llegó un policía y me
empujó contra el coche. Yo no entendía nada. Me quise dar la vuelta y me golpeó
en la cabeza con la culata de la pistola", cuenta Bernard, "Nunca olvidaré la sangre cayéndose por la
cara. Te pueden retirar la camiseta y hacerte mil homenajes, pero eso no se
olvida", añade entre lágrimas. Bernard King tardó 30 años en volver a
pisar la Universidad tras los múltiples incidentes racistas que sufrió en su
estancia en Tennessee. "Ojalá me lo
hubiera contado porque quizás podríamos haberle ayudado", dice sorprendido
al respecto Ernie.
Las dos estrellas cerraron su
periplo universitario y se presentaron al Draft de 1977 para dar el salto a la
NBA. Los precedentes eran brillantes en los dos casos. Bernard había sido
nombrado jugador del año en las tres temporadas que disputó con los Volunteers,
mientras que Ernie fue jugador del año en su primera temporada y venía de ganar
la medalla de Oro en los Juegos Panamericanos ese mismo verano. Los dos fueron
elegidos en la Primera Ronda: King en el 7º puesto por New Jersey Nets y
Grunfeld en el 11º por Milwaukee Bucks.
El rol cambiaba. Bernard King
mejoró su juego, ahora mucho más peligroso de cara al aro, y estuvo entre los
máximos anotadores las dos primeras temporadas. Sin embargo, los malos hábitos
fuera de la cancha continuaban. "Después
de los partidos, salía y bebía solo". El jugador de los Nets fue
arrestado de nuevo por conducir ebrio y el equipo decidió traspasarle a Utah
Jazz. Allí, un nuevo arresto relacionado con el alcohol hizo que únicamente
jugase 19 partidos aquella temporada. La situación se volvió insostenible:
"Si no dejaba de beber, mi carrera
se acababa ahí mismo", recuerda. King se rehabilitó y en 1981 fichó
por Golden State Warriors, donde volvió a estar entre los máximos anotadores de
la Liga.
Mientras, Ernie había tenido un papel
secundario en los Bucks, y después con el mismo rol en los Kings de Kansas City.
Sin embargo, cinco años después de dejar la universidad, la vida de los dos
volvería a cruzarse en una cancha de baloncesto en 1982. Bernard King y Ernie Grunfeld fichaban por New
York Knicks. "Íbamos juntos a
los partidos. Nuestras mujeres iban juntas a vernos jugar y pasábamos mucho
tiempo juntos", recuerda Ernie. Para King era también un sueño hecho
realidad: "Me crié viendo jugar a
Willis Reed, Dave Debusschere, Earl Monroe, Walt Frazier... por eso, al ponerme
esa camiseta sentía que representaba la historia de los Knicks, representaba a
Brooklyn , mi barrio y mi hogar. Iba a dar todo lo mejor de mí mismo",
afirma Bernard.
Bernard King se convirtió en la
superestrella del equipo desde el principio. "He jugado con los grandes. Desde Isiah Thomas, Michael Jordan o Moses
Malone..., pero él era el más intenso con el que he jugado", recuerda
Darrel Walker, escolta de aquellos Knicks. "Pasaba de la calma a la intensidad extrema. Decíamos que ponía 'cara de
partido' ", cuenta su amigo y compañero Ernie.
Bernard era el 'king' de Nueva
York, y su juego impresionaba a toda la NBA. "Era una máquina ofensiva. En su primer año anotó 22-23 puntos por
partido; en su segundo disputó el MVP con Larry Bird siendo el máximo anotador
con 26 puntos por partido; podía meter 50 puntos en dos partidos consecutivos...
Recuerdo la serie de Play Off ante Detroit Pistons en la que King anotó más de
40 puntos en cuatro de los cinco partidos", rememora su entrenador en
los Knicks Hubie Brown.
Bernard King estaba en el mejor
momento de su carrera. En 1985 promediaba 33 puntos por partido, pero el 23 de
Marzo de ese año sufriría el momento más duro en una cancha de baloncesto. Ante
los Kings, Bernard sufrió una lesión de rodilla. "Se oyó el chasquido", recuerda Hubie. Bernard se retorcía de
dolor en la cancha ante la mirada de Ernie: "Se me paró el corazón, igual que a todos los que estábamos en el estadio".
Desgarro del cartílago, fractura de un hueso y rotura del ligamento anterior
cruzado era el parte médico. "Nunca
lo olvidaré. Mi entrenador cerró la puerta y rompió a llorar",
recuerda Bernard. Para recuperar las funciones básicas haría falta una
reconstrucción total de la rodilla y varios años de rehabilitación. Para los
médicos, su carrera había terminado, pero Bernard King tenía otros planes.
"Mi corazón me hará jugar de nuevo.
Si pude llegar de un barrio de Brooklyn hasta aquí, podré con esto",
pensaba entonces el jugador.
"Nadie
antes había sido capaz de jugar al mismo nivel después de una lesión como esa.
Eso sin duda le sirvió de motivación", afirma Ernie. King se centró en
su recuperación. No dejaba que lo viera la prensa o la directiva del equipo,
solo Ernie tenía contacto con él. Fue entonces cuando la amistad entre los dos
volvió a tomar partido gracias al apoyo de Ernie, esencial en el proceso de
rehabilitación.
El 10 de Abril de 1987, más de
dos años después de su lesión, Bernard
King regresó ante el rugido de la grada neoyorkina. King jugó los seis últimos
partidos de aquella temporada y dejó Nueva York para fichar por Washington Bullets.
En la capital estadounidense, recuperó su condición de All Star y calló a todos
los que no creían en él tras la grave lesión.
Tras un breve paso por New Jersey
Nets, los problemas de rodilla continuaron y Bernard King colgó las botas en
1993 con números históricos a su espalda: 22'5 puntos por partido, cuatro veces
All Star y casi 20.000 puntos en toda su carrera NBA. "Cuando se retiró estaba en el 19º puesto de
los máximos anotadores históricos, pero piensa que cuando se lesionó estuvo dos
años sin jugar. Luego otro en Washington por otra lesión de rodilla, y antes en
Utah solo jugó 19 partidos. Perdió cuatro años de su carrera y aun así acabó el
19º en la lista de máximos anotadores históricos. Algo asombroso",
cuenta Hubie Brown.
Por su parte, Ernie se había
retirado mucho antes, en 1986, pero siguió muy ligado al mundo NBA. Primero
como analista deportivo para la televisión, luego como entrenador en varias
franquicias y finalmente como presidente de Washington Wizards, donde lleva ejerciendo
este puesto desde 2003.
Tras sus respectivas despedidas,
la Universidad de Tennessee volvió a juntar a los dos amigos décadas después.
Primero en 2007, cuando retiraron la camiseta con el número 53 de Bernard King,
y también un año después cuando hicieron lo mismo con el número 22 de Grunfeld.
Los honores no acabaron ahí, y es que Bernard King alcanzó el mayor
reconocimiento en el mundo del baloncesto al entrar en 2013 en el Salón de la
Fama, siempre junto a Ernie. "Intento
no hacer distinciones entre compañeros, pero en el caso de Ernie fue distinto.
No estaría en el Hall Of Fame de no ser por lo que hicimos juntos",
recordaba King.
Estos dos hermanos, como ellos
mismos se califican, han compartido el amor por el baloncesto y se han apoyado
en la amistad para superar las adversidades. Es la bonita historia de uno de
los tantos valores que da este deporte. "Ha habido momentos en los que nos hemos distanciado, pero cuando nos
vemos es como si no hubiera pasado el tiempo", dice Ernie. Y es que
"la amistad que tenemos no cambiará
nunca", añade Bernie.
Fuentes:
Documental 'Bernie & Ernie'. Jason Hehir,ESPN; NBA.com
Edu Salán 20 Mayo 2015
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